Una mañana te despiertas y llueve, el cielo es de color gris, el olor a tierra mojada despierta tus sentidos y necesitas salir.
Salir a que cada gota de lluvia se pegue a tu piel, sentir el escalofrío de la inmensidad de olvidarse de todo, abrir los brazos y que lo único que caiga sea agua que acaricia tu piel.
Sonreír mirando al cielo, que caigan gotas en tus ojos y te dejen ciego, que la corta ceguera destruya tus miedos.
Dar vueltas sin saber dónde ir, dejando el paraguas en casa, el abrigo y los problemas que se pegan a ti como lo hace la lluvia a tu pelo. Sentirse libre de nombres y direcciones, de rostros y números, estudios y alcoholes.
A lo lejos ver una sombra, caminar con ella de la mano, perderse en la travesía despreocupada.
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